martes, 29 de abril de 2008

Estoy presa de un brujo, Nicolás, amor, estoy presa en el castillo de un libro, como a veces me ocurre, y sólo vos podrías -hada de gafas y manos de has- rescatarme del hechizo/encantamiento.
El brujo es alemán, como todos los brujos, el brujo es centroeuropeo y se llama Teodoro, Theodor W. Adorno, y me tiene estos días, Nicolás, amor, en el castillo de su libro, mientras que vos estás lejos, y nada podés hacer contra la tiranía dialéctica del tipo.
Teoría Estética se llama el castillo, el libro, la trampa, y dado que es obra póstuma y sin corregir, mi carcelero participa así de una doble condición de muerto/vivo, acude a mejorar su manuscrito (inmejorable, salvo el razonable prurito de racionalizarlo todo - como a vos te gusta- dentro del irracionalismo artístico)
El muerto, sí, asoma por los descuidos del vivo, me mira por las rendijas de la prosa, allí dónde desfalleció o se distrajo el filósofo/brujo, mirando para una música de bach. el muerto me alimenta y el brujo me amedrenta, nicolás, amor, y escucho con mis ojos a los vivos, pero ni vos ni baudelaire ni nadie acuden a librarme de la cárcel del libro, del libro carcelario, todo de rejas dialécticas y pasillos como largos capítulos.

No hay comentarios: