jueves, 1 de mayo de 2008

El mundo está lleno de amarillos distintos

Se compró un vestido amarillo de 10 pesos. Nunca se viera princesita de bosque, hada mejor vestida dentro de su cuento.
Ha habido que encontrar el amarillo, claro.
Y entonces es cuando uno comprueba que el mundo está lleno de amarillos equivocados.
Ella también sabe muy bien el amarillo que busca, que buscamos. El amarillo/amarillo. Ese amarillo pálido, y tan vivo, que está a punto de dejar de ser amarillo, y que nada tiene que ver con la etimología amargo/amarillo, y que es una etimología hepática, como todas las etimologías.
Es como cuando fuimos a comprar una malla roja, para que se bañase, le queda dulcemente agresivo sobre el pálido de su piel. Ella se asomaba desnuda desde el probador:
-Vení a ver cómo me queda, dale.
Y yo era un poste oscuro, entre las mujeres con alpargata de plástico y cadera de piedra que se quieren comprar una malla en diciembre. Y ella estaba esbeltizada en su esbeltez por la confusión de compradoras de pierna corta y llegaderos desnudos de pecho machiembrado y maternizado. Comprendí aquel día de la malla roja lo que ella tiene de más mujer y menos mujer que nosotras las demás, al mismo tiempo, y lo delgada que es su vida entre los excesivos nutrientes de las otras.
Con el vestido amarillo, poco más o poco menos:
-¿Me quedan los breteles?
-Te quedan.
-¿Me quedan los bolsillitos?
-Te quedan.
Bolsillos de frunce romántico, jaretas en la falda. Al fin la miré vestida de amarillo matinal. Yo creo que le gustaba.
A la salida, San Isidoro se puso de abrecoches para buscarles taxi a las compradoras llenas de paquetes, que otro oficio no le queda ya en este mundo y este siglo: le di un sudado billete de 10 pesos y él nos bendijo con dos dedos cuando el taxi partía hacia el calor.
Se compró un vestido amarillo y ya tenemos el amarillo en casa, cuando lo que apenas hay es casa. Es el amarillo que veníamos buscando todos, el amarillo que puede darle color a la mudanza.
En cocteles, movida, entre el homosexual de horquilla y erudición cinematográfica, entre los altos mozos de corbata lila, entre los abogados que fuman porro con boquilla, ella es la más suave sombra del verano que se fue.

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