sábado, 19 de julio de 2008

Había que verla, vestida de hospiciana de lujo, de huérfana con ínfulas, de enlutada de folletín, con cara de lámina inglesa, pasando como un dulce fantasma de tabaco y música por entre las procelas de la burocracia y el perfume de crimen sin resolver que tienen algunas habitaciones. La acusan desde la vida y ella sigue hablando desde la muerte.
Los gitanos robagallinas cantan su condena en el pasillo.
Contesta a los interrogatorios burocráticos y judiciales como una muerta adolescente le contestaría al médico que intenta hacerle una autopsia verbal.
-La voy a disculpar, Señorita, por ser la primera vez.
-Si no es la primera vez.
Comprendo que así no hay manera .
Empieza a aburrirse y ya no presta atención a los sumarios, sino al Cristo del juez, que sin duda no le gusta nada estéticamente, y fuma con dedos larguísimos y temblorosos de más allá un Marlboro que ilumina la Administración de oro y libertad.
Ella, inahaprensible para mí en todo esto que escribo, viñeta de unas hojas amarillas, capitular entintada de cada aventura que escribo, y que es cada día, no es posible que quede aprehendida por unos funcionarios alopécicos con la Quiniela asomándoles, como una pañuelo fino, por el bolsillo de arriba del saco.
Le preguntan, inquieren, concretan, determinan, lo llenan todo de fechas y datos, pero ella se les escapa, cómo no se les va a escapar. Si no cabe en un texto mío, qué mierda va a caber en un expediente mecanografiado con una Underwood que suena a metralleta de guerra.
-¿Vive sola?
-Con Buster Keaton, Bogie, Virginia Woolf, Dylan Thomas, Nijinsky, Alicia, Lewis Carroll, Pasolini y un gato.
-¿Subalquilan?
-Más o menos.
-Extranjeros. Tendrán los documentos en regla.
-Eso pregúnteselo a ellos.
-Y el gato, ¿consta en el registro de animales domésticos?
-No es un animal doméstico, es prehistórico.
-Puede conservarlo.
-Lo iba a conservar de todas formas.
-Señorita, por favor, déjeme terminar el atestado.
“Atestado”, qué palabra. Se supone que esto está todo atestado de gente, que el atestado nos atesta de datos innecesarios y suposiciones gratuitas, formularias y antojadizas.
-¿Estudia algo?
-Poesía metafísica inglesa libre y Paraísos artificiales.
-¿Va puntualmente a clase?
-Voy, pero no puntualmente. No me gustan los adverbios de modo.
-Veo que es una joven culta. ¿Qué le ha inducido a la muerte?
-La vida.
-Usted es bella.
-Porque no madrugo. Ustedes, hoy, me han hecho madrugar.
-Casi vamos a tener que pedirle disculpas.
-También se las pedían a los que iban a quemar en la Hoguera.
El funcionario es un hombre delgado que engordó. Es un hombre de hermoso pelo que se quedó pelado. Es un simpático con un oficio antipático. Todos estos desajustes lo dejan raro, lamentable, desazonante como una foto movida.
-Firme aquí y le avisaremos.
Los gitanos robagallinas, por los pasillos de mármol, cantan entre abogados y cadáveres, el martirio de su condena.

1 comentario:

Almendra dijo...

me encanta leer acá.
y la descrpciñon del funcionario.