miércoles, 20 de mayo de 2009

Minerva tiene un hermano. Ese hermano único y desconocido que es como ella, casi de la misma edad, de la misma morenez irónica, de la misma carne adónica.
Esto, en una novela de prótesis burguesa (alguien habló de esa manía burguesa de ordenarlo todo en forma de historia), daría lugar a un cansadísimo desarrollo argumental en que el hermano y la hermana caerían en incesto, o yo en vicio nefando, o todo a la vez.
Pero en la vida no es así, porque la novela, espejo a lo largo del camino, según un fraile que plagiaba a Stendhal, no hace sino esconder la realidad entre el camino y el espejo.
En la vida, los hermanos no se acuestan necesariamente con sus hermanas/réplica, ni los enamorados de la hermana descubrimos un día, que va mejor el rollo del hermano y que viene a ser lo mismo, porque es mentira, no viene a ser lo mismo.
Estamos hartos de novelas que falsean la vida pretendiendo explicarla, y por eso yo me limito a anotar aquí el dato en toda su elegancia: Minerva tiene un hermano dúplice que se prestaría a mil vodeviles psicológicos en un autor psicologista. Pero la vida es más elegante, sí, que los novelistas obligados al compromiso burgués de la novela, y estos casos se dan todos los días y no pasa nada, y el hermano y la hermana están ahí, y yo asisto de lejos/cerca a ese paralelismo, a ese cariño, a esa semejanza/desemejanza y al buen gusto y el buen pulso de la vida, que deja las cosas simétricamente ordenadas, sin enfollonarlas de folletín follón.
No conozco al hermano, ni quiero, porque entonces (ya he tenido otras experiencias) el ser único ya no nos sabe a único, sino que lo recordamos repetido, aunque no haya confusión posible entre la carne del hermano y la carne de la hermana. Sólo hay confusiones voluntarias.
Minerva tiene un hermano al que quiere mucho. Es el amor de lo igual por lo igual. Juntos hablan de la extinción de las ballenas, juntos se ríen de la redicha televisión. Sería tan fácil con esto una prótesis argumental de dentista literario. Pero respetamos la pura linealidad de la vida, cuando se da.
No sólo porque la verdad sea más honrada, sino, sobretodo, porque es más literaria. La casta paridad hermano/hermana no me parece un ejemplo ético, sino un milagro estético. La blanca distancia entre uno y otro no hay que emborronarla de literatura. Ni siquiera de mi literatura.

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