martes, 29 de julio de 2008

Creo haber escrito en mi diario que amar a un hombre es la capacidad de ir amando a los sucesivos hombres que de él saca el tiempo. Hoy pienso que hay que amar también -y entender- a los hombres simultáneos que hay en un hombre, al entrecruce masculino de razas, épocas, costumbres, modas, edades, que rota en cada muchacho.
Cada hombre es un gineceo.
Cada pareja es una multitud. Cada día sale un hombre nuevo, una mujer nueva, una pareja nueva, de la pareja. El que ahora manda es lo que más veo cuando no te veo, y no sé por qué, ni de qué, ni cómo, de pronto, todos los otros que sos se resumieron en ese chico que no veo, que se acuesta en la cama de una plaza como posando ante los pintores, mientras lee The Great Shark Hunt.
La genealogía de tu sangre es lo que más se te enciende cuando te encendés.
Hay cosas que de tan evidentes tarda uno en verlas. La conquista de lo evidente está reservada, casi, a los videntes. Pelo ondulado, ojos que miran hacia la otra orilla más oscura del mar, labios de fruta interior a lo interior de la negridad, que negritud es ya una palabra política.
Sangre sombría que enronquece tu garganta. Eso es lo que te sale a veces, como a mí me sale la insólita. ¿Quién somos, de todos los que somos? La suma de todos da el que no somos. Quizá, ese, esa, seamos.
Es -sos- como una lección de Historia. ¿Está toda la Historia en cada individuo?
A mí sólo me interesa lo que puede aprenderse de tu cuerpo.

3 comentarios:

Almendra dijo...

me gusta mcuho lo que decís y como lo escribís...todo eso es tan así, como lo ponés ahi.

"Cada pareja es una multitud" tal cual.

CALVI! dijo...

Que lindo, che!
Saludo!
CALVI!

Luci dijo...

ay si re lindo